Queridos lectores,
Hace algunos años, Stephanie tuvo un accidente en bicicleta en España y se lesionó el hombro. Tras recibir una muy buena atención médica y regresar de las vacaciones, surgió el tema en una conversación familiar. Su prima preguntó si no teníamos un seguro que cubriera ese tipo de situaciones. Me acordé entonces de que, años atrás y en un contexto totalmente distinto, habíamos contratado un seguro de ese tipo y que seguíamos pagando las cuotas. Y efectivamente, para nuestra sorpresa, el seguro respondió.
No quiero ahora elevar la protección de un seguro al plano espiritual. Por supuesto que podemos reflexionar sobre la seguridad que nos brinda nuestra fe en Jesucristo; y no solo cuando ya ha ocurrido algo. Pero hoy quiero poner el foco en otra cosa: ¿Recordamos que en nuestra comunidad hay personas especialmente encargadas de cuidar de nuestra alma?
Nuestras peticiones, preocupaciones y temores los llevamos ante Dios en oración. Tal vez los compartimos con la familia o también con amigos. Una muy buena opción es incluir en ese círculo de confianza a nuestra consejera o consejero espiritual.
La próxima vez que se acerque, por ejemplo, una visita al hospital, una conversación laboral importante, una situación especial en la escuela o algún conflicto en el vecindario, recuerda esta posibilidad e invítalos a acompañarte.
Esto es especialmente recomendable cuando se trata de preocupaciones espirituales.
Tus acompañantes espirituales no son simplemente personal auxiliar. Ellos presentan tus peticiones ante Dios y te apoyan. No lo hacen basándose únicamente en su experiencia de vida o en una formación especializada, sino porque han recibido una misión de gran responsabilidad a través del apostolado, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Recuerda esta opción. Por cierto, no tiene coste alguno.
Saludos,
Frank Kusmierz
